Experiencias educativas en contexto de encierro: la palabra y la confianza como herramientas pedagógicas
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Aún con distintas historias de vida que vinculan a las mujeres con el contexto de encierro, los roles culturales que se esperan de ellas terminan por condicionar su forma de ser y desarrollarse. Testimonios sobre distintas trayectorias vinculadas a la Red Creer con el mismo compromiso: la equidad.
Una especialista en belleza de uñas, una socióloga y una educadora pueden tener muchas cosas en común. Hay al menos tres que resaltan: son mujeres en cuyas vidas la cárcel ocupa un lugar y, por ello, participan de actividades gestionadas por organizaciones de la Red Creer. En este Día Internacional de las Mujeres, sus historias son una muestra de cómo el género es un condicionante más del encierro y cómo ser parte de espacios colectivos permite sostener proyectos fundamentales para crecer y dar esperanza.
En Argentina son 744 las mujeres cis y 26 las mujeres trans privadas de su libertad en unidades penales federales según el último informe del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP). Como un aporte a garantizar sus derechos a partir de espacios de acompañamiento y aprendizaje, muchas otras mujeres son talleristas o activistas. En común tienen una marca que es anterior a ellas y que, de acuerdo a la deconstrucción progresiva que cada una logra, van problematizando. Se trata de los roles de género, aquello que la sociedad espera de ellas por el solo hecho de ser mujeres.
Jefa de familia
Cuando a Griselda le notificaron que tendría que cumplir con la prisión domiciliaria, una preocupación se hizo presente: ¿cómo sostendría a sus tres hijos, más los dos de su hermana que debía cuidar? Ser madre y jefa de familia es un denominador común tanto para mujeres privadas de su libertad como para familiares de varones que se encuentran en contextos de encierro. Es de ellas la responsabilidad de lograr ingresos para alimentar, vestir y garantizar la educación de los niños, niñas y adolescentes de la casa, y cubrir todos los gastos del hogar.
“Yo tenía cinco chicos a mi cargo y no podía salir de mi casa, no sabía cómo resolverlo”, relató. Antes ella trabajaba como repartidora ya que era el único empleo que había encontrado compatible con las horas que demandaba la crianza. Comenzó a participar en cursos virtuales y presenciales sobre emprendedurismo, en los que “había que pensar en las ventajas y desventajas que tenías. Yo lo único que tenía de ventaja era el tiempo. Era muy complejo pero había que buscarle la vuelta”, compartió.
Antes del encierro también había hecho varios cursos de belleza de uñas y “de a poquito” había comprado parte del equipo y los esmaltes para trabajar, por lo que cuando la Red Creer le otorgó un Fondo Semilla que le permitió comprar más insumos y acondicionar su casa para recibir clientas pudo poner en marcha su emprendimiento. Así nació “Gri Nails”.
Adentro y afuera de las rejas hay condicionamientos compartidos. “Claramente no es lo mismo ser mujer que varón. El varón no tiene la responsabilidad de la crianza, hasta la Justicia lo piensa así. Por supuesto que soy madre y voy a querer cuidar a mis hijos y estar cerca, pero al papá ni siquiera le dieron la oportunidad de hacerlo”, analizó Griselda.
Las familiares
Que ser mujer condiciona el vínculo con el encierro era algo que también se observaba en las reuniones que cada martes en la Asociación de Familiares de Detenidos y Detenidas (ACIFAD). “En las filas de visita en los penales la mayoría son mujeres, así como las que se juntan, acercan y piden ayuda”, analizó Laura Maccarrone, integrante de ese colectivo que integra la Red Creer y activista de derechos humanos.
Las familiares de personas que se encuentran en contextos de encierro se acompañan entre sí para atravesar “un sinfín de situaciones complejas” porque también “son víctimas del sistema porque afrontan vulneraciones a sus derechos y los de las personas miembros de su familia”, explicó la socióloga. Por eso, hay una realidad en el seno de ACIFAD que es constituirse como “una organización de mujeres para mujeres”, señaló la también integrante de la Procuración Penitenciaria de la Nación.
En ese sentir común, los roles que la sociedad impone a las identidades femeninas pesan más cuando la cárcel está de por medio. “Muchas veces sienten culpa o vergüenza, hay un estigma”, explicó. La obligatoriedad social de ser buena madre y esposa se traduce en permanecer al cuidado de su familiar incluso, en algunas ocasiones, por encima de sus propias fuerzas y deseos.
De la esperanza a la praxis
“¿Cómo juega lo femenino en el encierro? Podríamos decir que es poner la semilla de la integración”, señaló Tamara Macharashvili, educadora y tallerista de la Fundación Equidad, una de las organizaciones de la Red Creer. En su experiencia en espacios de formación en cuatro unidades penales de la provincia de Buenos Aires, tanto con varones como con mujeres en contextos de encierro el principal desafío es “generar un clima de confianza, intercambio, devolución de la dignidad”.
En su trayectoria profesional como facilitadora para poner en marcha emprendimientos, para las personas que están en contexto de encierro -al igual que otros grupos que atraviesan diferentes formas de vulneración socioeconómica- es importante colaborar en la “elaboración de su matriz valorativa y en fomentar vínculos de intercambio de humanidades donde se preguntan cómo están, donde circula la palabra”, explicó. Y eso se hace “desde la esperanza”, un concepto tanto vivencial como pedagógico, ya que ambos andariveles se cruzan en su forma de llevar a cabo su trabajo.
“En la Red Creer somos muchas las mujeres que nos involucramos para acompañar a personas privadas de su libertad desde distintos roles, ya sea como familiares, profesionales de distintos campos o activistas”, recalcó Florencia Sequeira, coordinadora general de ese espacio que nuclea a más de 145 organizaciones sociales, públicas y privadas de todo el país. “Tenemos una mirada de género al analizar las problemáticas del encierro y trabajamos desde esa perspectiva para crear cada vez más espacios de contención y formación para el acceso a las oportunidades”, concluyó.
Cuando se es mujer y se vive en contextos de encierro o una persona de la familia lo vive, los estereotipos de género cargan fuerte sobre las espaldas, demandan presencia y seguir ejerciendo roles de cuidado incluso cuando se trata de velar por la integridad de una persona adulta. Desde la Red Creer, las activistas se involucran sabiéndolo y estudiándolo, para aportar un granito de arena para la equidad.